lunes, 14 de marzo de 2011

Aniversario del Vivorazo

15 de marzo – a 40 años del viborazo

(En la memoria de Abel)



El viborazo - un segundo cordobazo – ocurrió el 15 de marzo de 1971 como desenlace de una huelga general de claro contenido político contra la dictadura y su intervención federal en la provincia. Ya desde enero del 70 se entonaba el estribillo callejero “Córdoba se mueve/por otro 29”. La dictadura había instalado en Córdoba a principios de 1971 un régimen tan fascista que no sólo se declaró enemigo jurado de la clase obrera y el estudiantado, sino que también se había enajenado de un amplio sector de la burguesía provincial, al que afectaba económica y políticamente. A partir del cordobazo del 29 de mayo de 1969, la clase obrera, aún sin tener una conducción política propia, toma mucha independencia y las nuevas conducciones sindicales - los gremios independientes primero y más tarde los sindicatos clasistas - ya pueden asumir la dirección del movimiento sindical local y arrastrar con ciertos límites a los sindicatos con dirigencias burocráticas. Además, la consigna de la “unidad obrero-estudiantil” que en el 66 apenas enarbolaba la todavía reducida izquierda revolucionaria, ahora es tomada por importantes sectores de la clase trabajadora y del movimiento universitario. Y eran muchos los obreros industriales, de obras públicas y servicios, eran muchos los estudiantes que había en Córdoba. De una forma no muy orgánica y sin una expresión política unificada, se produce en los hechos, una alianza obrero-popular. Se constituyó así una fuerza social que favorecía este tipo de desenlace.
Desde el cordobazo del 69, hubo numerosas experiencias y luchas, en muchas de las cuales los trabajadores tomaron la iniciativa, aún todavía en situación de resistencia a la dictadura. En 1970, los obreros de Fiat Concord y Materfer, después de intensas luchas – asambleas, paros y toma de empresa con rehenes - lograron sacarse de encima a las burocracias de los sindicatos de fábrica pro-patronales que les impusieron años atrás, tras la defección de la UOM. Eran SITRAC y SITRAM, que no fueron creados por el naciente movimiento clasista, sino que fueron recuperados por ese auge obrero.
También en 1970, se dieron las tomas simultáneas de las fábricas automotrices. Mientras la dirigencia burocrática del SMATA que con Elpidio Torres a la cabeza una vez más entregaba el conflicto, los obreros de la planta de matrices de Perdriel resistieron y fueron objeto de una violencia brutal. El jefe de Policía, el teniente coronel Romanutti tuvo que ir hasta la fábrica a intentar negociar directamente. Como de costumbre, la situación se resolvió a los gases y los tiros. Los estudiantes acompañaron con una nueva ocupación del Clínicas. Esos acontecimientos plasmaron la muerte política de Torres y fortalecieron a las agrupaciones antiburocráticas en SMATA, donde ya se destacaba la 1º de Mayo con René Salamanca a la cabeza, que en 1972 iría a ganar las elecciones de la seccional con la lista Marrón. Un proceso similar se incubaba en la automotriz Perkins, donde también se había impuesto un sindicato de fábrica pro-patronal, que también sería recuperado en el 72.
Pero en ese verano del 71, SITRAC-SITRAM apenas contaba como compañero de ruta firme al Sindicato de Obras Sanitarias. Los gremios independientes, con Luz y Fuerza y el gringo Agustín Tosco a la cabeza, conformaban un bloque por separado. No había madurado aún en esos meses, una gran unidad sindical antiburocrática. Pero las burocracias tradicionales de “las 62”, estaban divididas entre “legalistas” (Atilio López de UTA, Bagué, sucesor de Torres en SMATA) y “ortodoxos” (directamente fachos, cono el metalúrgico Simó y el taxista Labat). En este contexto, la CGT regional cedía forzadamente a las presiones de una rebelión sindical que enloquecía a las burocracias nacionales jefeadas desde Buenos Aires por Rucci, Miguel, Otero, Coria y compañía.

La dictadura instalada en 1966 había sido herida a partir del cordobazo y el rosariazo de 1969. A mediados de 1970, el general Onganía fue desplazado como presidente. El jefe del Ejército y caudillo político-militar, general Alejandro Lanusse, impuso como presidente de facto al general Roberto M. Levingston. Intentaron “cambiar algo” para no cambiar nada. Levingston puso de ministro de Economía a un tal Aldo Ferrer para que la dictadura retomase retórica “nacionalista”. En Córdoba, pusieron al “dialoguista” Bernardo Bas. Fueron fracasos políticos. Ningún cambio cosmético logró detener el auge obrero y el florecimiento de organizaciones insurgentes: FAL, Montoneros, ERP, FAR, MRA, CPL...(las FAP ya existían). La insurgencia armada organizada, tuvo un despliegue inusitado. Según un informe de la época, entre diciembre del 70 y febrero del 71, habían ocurrido acciones guerrilleras a un promedio de una por día y la mayoría de ellas tenían las características de lo que se denominaba “propaganda armada”.
A la faz represiva brutal, la dictadura añade un componente político ridículo. El nuevo interventor provincial José Camilo Uriburu, a pocos días de asumir, hace un discurso en la Sociedad Rural de Leones (la capital del trigo), donde dice que “en Córdoba anida una serpiente venenosa cuya cabeza quizás Dios me depare el destino de cortar de un solo tajo”. Estos son elementos irritativos que se añaden a último momento y que facilitan la movilización, porque llegan hasta el último rincón de la ciudad y de la provincia. Irritan tanto, que la gente que todavía es indiferente adhiere a las propuestas más decididas de lucha, se produce una masividad en el movimiento que lo torna incontrolable a la represión más brutal.
Lo de viborazo sale de ahí, de lo del “gobernador de la viborita” como lo bautizó la jodedera cordobesa. El viernes 12 de marzo hubo un paro general con tomas masivas y simultáneas en fábricas, empresas y reparticiones públicas. Hasta algunos diarios fueron tomados por sus trabajadores y periodistas. El vespertino Córdoba salió ese día lleno de solicitadas y comunicados de sindicatos y movimientos revolucionarios. Sin duda se vivía un clima de sublevación. Ese día, las manifestaciones más importantes se dan en la zona de Ferreyra, donde están las fábricas de la Fiat. La represión se cobra la vida de un joven aprendiz de metalúrgico, Cepeda. El domingo 14 una multitud marcha desde el barrio Ituzaingó en esa zona este de Córdoba varios kilómetros hasta el cementerio San Vicente, llevando el féretro del nuevo mártir obrero envuelto en la bandera del ERP.
El lunes 15, la huelga general. Las columnas obreras esta vez partieron desde la zona este (Ferreyra, donde están las Fiat Concord-Metrfer-GMD, la Perkins y aledaños), distinto que en 1969 que partieron de zona sur (Santa Isabel, donde está la IKA-Renualt). La manifestación esta vez pudo llegar a Plaza Vélez Sarsfield, casi en el centro. Pero por las diferencias políticas, los obreros de Luz y Fuerza no marcharon hacia el centro. Con Tosco a la cabeza, ocuparon la zona de usinas en Villa Revol. Los alrededores de la plaza, hacia el centro por un lado, hacia Nueva Córdoba y barrio Güemes por el otro, desbordaban. La cúspide del monumento quedó convertida en mástil cuando le fue desplegada la bandera azul y blanca partida al medio con la estrella roja de cinco puntas en el centro.
Desde la improvisada tribuna, el tuerto Florencio Díaz, secretario de SITRAM (asesinado por la dictadura en 1976) y el viejo Carlos Masera, secretario general de SITRAC, convocaron a descentralizar la movilización hacia otros barrios. Y así partió parte de la multitud hacia Güemes, Bella Vista y otros barrios que fueron ocupados y en los cuales, además entraron en acción escuadras guerrilleras.

Esa confluencia de sindicalismo clasista e insurgencia guerrillera, signo de la época que se vivía, condicionó la política de la próxima contraofensiva militar-empresarial-burocrática. Lanusse desplazó días después del viborazo a Levingston, asumió personalmente la presidencia y convocó al Gran Acuerdo Nacional para encontrarle una “salida” política y electoral a la situación. Al mismo tiempo que ponía un ministro “político” de la UCR, Arturo Mor Roig, para negociar con las cúpulas del peronismo, el radicalismo y el desarrollismo, intensificó la represión cada vez más sistematizada como terrorismo de Estado. Tosco (como ya había ocurrido después del cordobazo), el negro Gregorio Flores y muchos activistas obreros de SITRAC-SITRAM fueron a parar a la cárcel. El secuestro y desaparición de militantes políticos ya iniciado, se intensificó.
Para agosto, SITRAC-SITRAM convocaron a un plenario nacional que dio a luz una nueva plataforma antidictatorial, antipatronal y antiburocrática con muchas definiciones revolucionarios que incluso excedían el marco sindical desde donde surgían. El viejo Pedro Milesi, una gloria viviente del movimiento obrero, luchador en la Semana trágica y forjador del 17 de octubre, presente en el cordobazo, fue electo para presidir la asamblea. Un plan de lucha se inició y extendió en forma desigual por todo el territorio nacional. En septiembre se realizó un nuevo encuentro y en los balances, flotaba en el aire la próxima arremetida. Lanusse proclamó que “contra la subversión apartida las armas de la patria están en guerra” y negoció con los políticos y las burocracias la liquidación de esa semilla clasista y el jefe del 3er. Cuerpo de Ejército, general López Aufranc, arrasó con tropas y tanques las fábricas FIAT, ilegalizando a SITRAC-SITRAM, cesanteando a centenares de obreros y encarcelando más activistas.
Pero el auge no se detuvo. La dictadura fue forzada a su retirada momentánea y la restauración del régimen constitucional fue conquistada hacia 1973, con la desproscripción del peronismo. Vendrían nuevas luchas. En Córdoba, maduraría como forma superadora de frente político-sindical el Movimiento Sindical Combativo y tiempo después, la Mesa Coordinadora de Gremios en Lucha. Ya era otro momento.
La memoria del viborazo presente.

Abel Bo

No hay comentarios:

Publicar un comentario