EDITORIAL:
La lenta organización en el lugar de trabajo
EL VIEJO MIGUEL,
LA FÁBRICA AYER Y HOY
En ese taller de mantenimiento se respiraba libertad. Ahí manda el viejo Miguel, que con más de treinta años en la fábrica se convirtió en el laburante más emblemático para sus compañeros. Supo darle más de un dolor de cabezas a la patronal. Hoy, pegando ya la vuelta, se conforma con trasmitir sus experiencias y tratar de dar refugio para los espíritus rebeldes.
La ronda de mates a primera hora son todo un ritual. El viejo llega 5.30, calienta el agua en su pava renegrida -nada de sparkling-, vuelve a limpiar su matecito enlosado y se sienta a esperar a los mismos de siempre. Los va recibiendo uno a uno, mirándolos por encima de sus anteojos y ofreciéndoles el primero antes de sumarse a la ronda. Hasta las 6.15 -hora en la que cada uno tendrá que estar comenzando su jornada- se armaran grandes discusiones de fútbol y política, temario fijo impuesto por el viejo.
Nahuel es el más joven del grupo. A poco de entrar a la empresa se ganó un lugarcito a fuerza de algunos gestos solidarios, esos que al viejo no se le escapaban y valoraba especialmente. Era su primera experiencia fabril y lo deslumbraba aquel ambiente, que al fin y al cabo era una isla... Al principio solo escuchaba, pero con el tiempo también empezó a entrarle a los debates. Nahuel también tenía su rutina. Camino a la fábrica se detenía frente al Kiosco de la esquina y paraba a repasar las tapas de los diarios. De allí siempre sacaba algún tema de discusión.
Sin embargo estas semanas el clima fue distinto. Al viejo se lo vio callado y pensativo, hasta que reveló el motivo. Se acercaba el 24 de marzo, un nuevo aniversario del golpe del '76. A Miguel se le agolpaban los recuerdos por lo que fue, los que ya no están, y lo que nos dejaron desde entonces.
Ese día no hubo debates sino una larga reflexión en voz alta, seguida atentamente y en silencio por el resto.
Recordó la vida en la fábrica antes del 24 de marzo de 1976 y el contraste con nuestros días. No pudo evitar la nostalgia de aquellos días en que la planta triplicaba el personal, repartido en tres turnos de 8 horas. Recordaba esas asambleas multitudinarias, donde se llegaba a discutir hasta los ritmos y los topes de producción. La presencia permanente de la Comisión Interna, fomentando la participación, laburando como el que más y siempre atentos a mejorar las condiciones de vida de cada obrero.
Actualmente hay sólo dos turnos, que gracias a las horas extras obligatorias llegan a las 12hs. Ni hablar de la tercerización en varias secciones. ¿Asambleas? Gracias que de vez en cuando se les ve la cara a los delegados, cuando tienen que pasar algún informe del gremio o “pedirnos” el voto. En aquella época la oficina de personal sólo se pisaba para plantear exigencias, hoy es el lugar en que la Comisión Interna busca instrucciones. Y ya no es como entonces, hoy una voz rebelde es denunciada por los propios delegados generando el despido.
En los momentos más ásperos de la vida política en nuestro país los trabajadores respiraban libertad y sentían su fuerza como clase en cada espacio de sus lugares de laburo. Hoy, con 28 años de tránsito democrático el ámbito laboral se parece cada vez más a una cárcel y cualquier nivel de organización gremial independiente exige niveles importantes de construcción subterránea y clandestina.
El viejo Miguel cayó en la cuenta que los patrones nos van a regalar sin problemas las urnas cada dos años. Incluso están dispuestos a tolerar algún revoltoso en el parlamento, siempre y cuando puedan mantener con mano de hierro la fábrica. Saben que ahí se corta el queso, y por lo tanto no están dispuestos a permitir ningún espacio para la democracia y la libertad sindical.
Aquella mañana el viejo Miguel dedicó un último pensamiento a aquellos compañeros que ya no estaban y cerró la ronda con una invitación llamativa. Los invitó a seguir la charla con un asadito en su casa. Eso sí, les pidió que lo mantengan en secreto...
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¿Cómo seguimos adelante?
A principios del año destacábamos cómo el empresariado intentaba ponernos un freno en nuestros reclamos por mejores salarios diciendo que no estaban dispuestos a otorgar más que un 30% de lo que ellos llaman “aumento” y para nosotros no es más que tratar de recuperar un poco de nuestro poder adquisitivo. Y decíamos que los capos de las empresas le “marcaban la cancha” al gobierno, advirtiéndole que debía contener los reclamos gremiales. La presidenta se hizo eco de esa exigencia empresarial. Con su habitual e inteligente locuacidad, nos “recordó” todo lo que su gobierno hizo más que ningún otro por los trabajadores y, además, pidió que no cortásemos las calles. Los empresarios acusan al gobierno por la inflación y, como siempre, dicen que habrá más inflación si la recuperación de los salarios es más alta. Ellos aumentaron los precios de casi todo...¡y la culpa es nuestra!
El gobierno dice que no es cierto que haya inflación: “dispersión de precios”, “distorsión de precios”, “volatilidad de los precios”, una catarata de palabras para no llamar las cosas por su nombre: carestía de la vida.
Los directivos sindicales de casi todas las vertientes dicen y dicen muchas cosas, todos dicen que van a defender nuestros salarios...¿alguna vez han dicho lo contrario? La CGT pro-gubernamental que dirige Moyano dice que va a tomar en cuenta “la inflación de las góndolas” para pedir mejores sueldos. La CGT “azul y blanca” (la de los gordos contreras al gobierno como Barrionuevo y Venegas) dice que va a pedir más. La facción de la CTA pro-oficialista que dirige Yasky dice que va a exigir “mejor redistribución de la riqueza”. La facción de la CTA que dirige Miceli (antes oficialista, ahora no) se manifiesta por mayores reclamos.
Parecería que por todos lados tenemos directivos gremiales que son un fenómeno. Algo debe pasar, porque hace 8 años que la economía crece y crece y la desigualdad entre ricos-patrones y pobres-trabajadores sigue igual y en algunos casos, peor. ¿O es por casualidad que el tema central sigue siendo el de los salarios?
Pasan muchas cosas que son contradictorias. Las ganancias de la mayor parte de las empresas son tan o más fabulosas que en los años 90. Sin embargo, la mayor parte de las patronales agrarias, industriales y de servicios se quejan contra el gobierno que les facilitó esa recuperación. Atacan y conspiran contra el gobierno que les dio un tipo de cambio favorable para hacer “la diferencia”, les da subsidios multimillonarios en energía para abaratar los costos. La mayoría de los directivos gremiales que siguen haciendo negociados mafiosos con empresas propias, con las obras sociales, la truchada criminal de los medicamentos, apoyan al gobierno (y los que están en contra hacen lo posible para que vuelva el Duhalde de Menem y su festín de los 90).
Este año hay elecciones y todos hacen sus cálculos. El gobierno nacional y popular y progresista, tiene en su columna vertebral gobiernos provinciales reaccionarios como los de Scioli (Buenos Aires), Gioja (San Juan), Jaque (Mendoza), Urtubey (Salta), Capitanich (Chaco), Peralta (Santa Cruz), Saiz (Río Negro), Zamora (Santiago del Estero) y ...sigue la lista.
Sin duda, hay mucha confusión popular. Y eso se ve en nuestros lugares de trabajo. La mayoría ve que “el país crece” y quiere y reclama mejores salarios. Se queja del gobierno nacional, repudia su gobierno provincial, pero teme que si este gobierno se va, vuelvas los otros que son peores. La mayoría desconfía con razón en los directivos gremiales, pero teme que si los enfrenta queda marcada, expuesta a represalias físicas y laborales, incluso el despido.
Sin embargo, en muchos lugares vemos hechos que entusiasman. Pocas de estas luchas aparecen en TV o las publican los diarios. La esforzada lucha de los ferroviarios “tercerizados” para que los blanqueen, logró perforar el cerco de silencio porque fue reprimida con fuego por la burocracia-empresaria de Pedrazza y sus parapoliciales. Es un ejemplo bañado con sangre obrera que no debemos olvidar.
Pero hay muchos más ejemplos de compañeras y compañeros organizándose con paciencia, logrando elegir un delegado genuino, recuperando una comisión interna, creando una agrupación, consolidando una dirección sindical en una seccional o regional, haciendo capacitación, escribiendo volantes y pegando carteles, enfrentando patoteros, jefes y patronales, arriesgando su propia estabilidad.
Este es el trabajo de base que debemos reforzar cada uno en nuestros lugares. Muchas veces esta tarea se tranca o interrumpe porque la misma confusión que genera “la política” (la de burgueses, patrones y burócratas), y aparecen discusiones por diferencias de cómo actuar, diferencias de “líneas” y hasta debates disparatados por temas que, por muy importantes que sean – y lo son – desalientan y alejan a los compañeros. Otras veces las luchas se precipitan por impaciencia en acciones que no son favorables para consolidar y masificar nuestras luchas.
En este trajín estamos aprendiendo. En este camino está la huella para reconstruir un nuevo sindicalismo de base.
Abel Bo
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