lunes, 1 de febrero de 2010

Nuevo libro sobre el sindicalismo autiburocrático

El sindicalismo menos esperado

Nacidos de la crisis de 2001 y de la devaluación, los nuevos trabajadores apenas creen en los políticos tradicionales y menos aún en las estructuras gremiales anquilosadas. Cómo fueron ganando su derecho a organizarse.
Crítica Digital - Diego Genoud - 31.01.2010

Obreros de automotrices de trasnacionales, trabajadores de call centers, empleados de subterráneos, sindicalistas de un Estado en extinción, impulsores de fábricas recuperadas y sin patrón. Todos integran un mosaico laboral construido entre la precarización de los años noventa y el rebote en el empleo que provocó la devaluación tras el estallido de 2001. Sobre ese mapa de relieve irregular avanza Senderos bifurcados. Prácticas sindicales en tiempos de precarización laboral, el texto colectivo de un grupo de jóvenes investigadores. Paula Abal Medina y Osvaldo Battistini, dos de sus autores, se refieren a las nuevas experiencias organizativas en los lugares de trabajo –que desbordan a los sindicatos tradicionales– y al surgimiento de un nuevo tipo de trabajador, que desconfía de la política pero no siente el pánico a la pérdida del empleo y a la represión que marcaba a las generaciones anteriores.
–El libro muestra que los conflictos en los lugares de trabajo se dan, casi siempre, pese a los sindicatos.
B: –Es cierto. Muchas veces se dio así desde los orígenes del sindicalismo. No por el sindicato sino pese a él. De ahí el surgimiento de expresiones distintas a lo largo de la historia, como la CGT de los Argentinos, el sindicalismo clasista y la misma CTA.
AM: –Sí, me parece que eso hoy se da más que nunca. Los sindicatos representan a un segmento muy angosto, el más chico, de la realidad laboral. Hay una frontera simbólica muy grande respecto de los que no son registrados. Eso se nota en el delegado de base de un supermercado, que no es interpelado ni por el eventual, ni por el repositor externo ni por el fuera de convenio. No lo siente. En muchos casos, el sindicato es superado por la nueva realidad pero en otros convalida la debilidad de fuerzas del trabajo frente al capital.

–¿Las comisiones internas se convirtieron en la expresión principal de los trabajadores?
B: –Las organizaciones nuevas cuestionan y discuten con el sindicato. Sin embargo, muchas no crean estructuras nuevas, sino que van a discutir adentro de la forma sindical anterior. Cuando no consiguen espacios, cuando el aparato es demasiado cerrado, se retiran y recién entonces crean uno nuevo.

–¿Ustedes dicen que el sindicato como existe hasta hoy tiende a desaparecer?
B: –No. Pero es indudable que las organizaciones tradicionales se autonomizaron de los trabajadores. En Toyota, de Zárate, la empresa negoció un convenio con el SMATA antes de que la fábrica tuviera empleados. Por eso, ni se enteran muchas veces de lo que pasa en la fábrica.

–¿Eso no se fagocita al sindicato?
AM: –Sí, creo que hay modelos sindicales en disputa y una oportunidad de gestar un sindicalismo que acompañe mejor la realidad laboral. El actual tiene escasísimo poder de representació n y ha ayudado a la despolitizació n profunda del trabajador. Hay una cultura más participativa, más asamblearia en los lugares de trabajo, que presiona sobre la forma sindical vigente.

–¿Cómo reacciona el viejo sindicalismo ante la crisis?
B: –En algunos casos resiste a su manera y en otros desconoce. Cuando se enteran de lo que pasa en la fábrica, ya es tarde. Cuando los llaman no vienen y cuando vienen, tratan de dominarlos. Ahí puede haber más situaciones de barrido. Pero todo eso es lento.

–¿Cómo es el nuevo tipo de trabajador que se formó desde los noventa hasta hoy?
AM: –A fines de los noventa, nos encontrábamos con un trabajador al que le costaba mucho hablar, lleno de silencios, muy vulnerado, muy atravesado por el miedo a la pérdida del empleo. Nos faltaba la palabra. Después de 2001, la cosa cambia. Hay un trabajador que se expresa en formas muy diversas: blogs, volantes, folletos, boletines, revistas. Era impensable encontrarse con trabajadores que empezaran a recuperar las figuras de los grandes conflictos laborales de la Argentina. Ya no.
B: –Antes de 2001, el trabajador era cómodo para el sindicato. No se metía en política, trabajaba, no cuestionaba y hacía su aporte. Los dirigentes veteranos decían: “Éstos son jóvenes, no entienden nada”. Unos años después, esos jóvenes pasaron a demandar, a participar activamente y a decidir.

–¿Cómo ven el debate sobre la libertad sindical?
B: –Es imprescindible. Hoy los que pretenden participar no pueden disputar en el interior de su sindicato, que es el único reconocido con la personería gremial que otorga el Estado. ¿Por qué no puede haber unidad con distintas centrales o sindicatos si de hecho esas experiencias existen en otros lugares del mundo?

–El peronismo ortodoxo dice que la libertad sindical debilita a los trabajadores.
AM: –La discusión de fondo que hace falta es qué es la unidad. Parece una palabra sagrada, pero las unidades siempre están hechas de exclusiones. Hoy el sindicalismo tradicional ha dejado afuera casi todo y sostiene una unidad que deja afuera no sólo al que piensa ideológicamente diferente sino al que tiene la mínima voluntad de plantear alguna reivindicació n. Hace falta otra unidad que integre a los que quedan afuera para lograr la transformació n de las condiciones de trabajo.
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Una distancia, un abismo
Editado por Prometeo Libros, Senderos bifurcados es –según explican sus autores– un “decir colectivo” producto de talleres y reflexiones que tuvieron lugar entre 2007 y 2008. El libro indaga sobre las comisiones internas que se organizan en sus lugares de trabajo contra la empresa, pero también contra el sindicato y subraya una realidad laboral precaria que no es contemplada por las formas sindicales existentes. Las entrevistas con obreros, trabajadores y empleados ilustran desde el lenguaje la distancia que separa a los representados de la representació n inicial. “Tenés que caer al sindicato”, grafica un obrero de una automotriz trasnacional. Pero, además, pone de relieve la forma de organización, casi siempre clandestina, que surge en sitios donde cualquier desvío de la pauta de productividad fijada por la empresa resulta una herejía y donde juntarse para compartir sensaciones parece imposible. Paula Abal Medina, Cora Arias, Osvaldo Battistini, Mariana Busso, Karina Crivelli, Nicolás Diana Menéndez y Pablo Miguez son investigadores del Conicet, sociólogos, politólogos y economistas que pretenden hacer del oficio de investigador una práctica con potencial transformador y buscan revincular a la universidad con el afuera.

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